sábado, 24 de octubre de 2009

Si yo pudiese

Si yo pudiese a él darle esa paz que pide,
Gritar a los dioses y aullar, hasta no tener más voz.
Eso haría, y más todavía;
Sería capaz de matar por su dicha,
No importa qué pierda en este intento,
Con tal de yo verlo un instante contento.
La calma en su alma sería mi premio,
Y que tonto es pensar que su angustia yo puedo calmar.

Para él, ¿qué soy?
No se, y jamás lo sabré.
Me debo contentar con eso
Sabiendo que veo y que soy un ciego
Pues niego el dolor que a él lo rodea
Que siento terror al brindarle mi cuerpo
Y no puedo evitar desear poseerlo
Y que él me posea y sea mi dueño
¿Por qué es que lo amo de esta manera?

Quiero estar en su vacío

Y protegerlo del frío yo a él,

Y tenerlo para mí.
Quiero llenarme de todos sus vicios
Hundirme en su lava despacio y sumisa,
Que él me corrompa y me prostituya
Que él me perfore y me quite el sentido
No quiero ser yo, ser su sombra aspiro,
Que él haga de mí lo que quiera que sea.

Si yo pudiese a él darle esa paz que pide,
Gritar a los dioses y aullar, hasta no tener más voz.
Eso haría, y más todavía;
Sería capaz de matar por su dicha,
No importa qué pierda en este intento,
Con tal de yo verlo un instante contento.
La calma en su alma sería mi premio,
¿Por qué es que lo amo de esta manera a él?

Para él, ¿qué soy?
No se, y jamás lo sabré.
Me debo contentar con eso
Sabiendo que veo y que soy un ciego
Pues niego el dolor que a él lo rodea
Que siento terror al brindarle mi cuerpo
Y no puedo evitar desear poseerlo
Y que él me posea y sea mi dueño
¿Por qué es que lo amo de esta manera a él?

(Calígula, un nuevo musical)

domingo, 18 de octubre de 2009

Muñequita

Todos los días no son su día. Suele pasar más tiempo dentro de la caja que fuera, por eso valora tanto cuando la sacan de allí. El frente de la caja es de acetato transparente, si estuviera fuera del armario podría ver qué sucede en el exterior. Ese no es su caso.
Ella no está afuera como los demás juguetes. En ocasiones los envidia un poco por eso. Al estar visibles llaman más la atención... y quizás se queden jugando con ellos en vez de venir a buscarla, por simple comodidad. Pero también sabe que estos muñecos van de un lado para el otro, de la repisa a la cama, de la cama al piso... y ahí los dejan.
En cambio, ella es una de las más preciadas entre los cientos de juguetes que hay en la casa. Por eso se toman la molestia de guardarla en su caja y a la vez en el armario, para protegerla de cualquier cosa que pudiera ocurrirle.

Escucha unos pasos acercarse, pero nada sucede.

"No hay que impacientarse", piensa mientras se acomoda las medias y alisa las tablas de su pollera. Se da un vistazo general... no es una fea muñeca. Sabe que no es tan pulposa como una Bratz ni tan fina como una Barbie... ni siquiera es una muñeca de marca, pero no es ninguna copia de segunda, no intenta imitar a otras. Es original... única, y eso la llena de orgullo. Tampoco trae demasiados accesorios, sólo un par de lentes y unos libros. Nada de moda, maquillaje ni aparatos para hacer gimnasia.
Han transcurrido unas cuantas horas, no cree que vaya a salir ese día. Tal vez llegó una muñeca nueva. Más moderna... más bonita. Suele pasar, pero una vez que termina el entusiasmo de la novedad... vuelven a ella. Se mira otra vez, "no soy una muñeca fea" dice... pero hay duda en su voz.

El día llega a su fin. Seguramente mañana sí la sacarán a jugar... pero ¿y si se cansaron de ella? Puede ocurrir en cualquier momento. Hay juguetes que no salen del armario desde que ella llegó.
Aleja esos pensamientos de su cabeza, se coloca los anteojos y toma uno de los libros. Se los conoce de memoria, los ha leído un montón de veces pero no le importa. En esos momentos agradece ser una muñeca de biblioteca... que inútil sería tener una cinta para caminar dentro de la caja. De sólo imaginarlo, ríe con ganas.

En la soledad de la noche, el miedo a dejar de gustar la paraliza. Al llegar el día éste se disipa porque recuerda que es apreciada, única, original... y lo que parece ser más importante "no es una muñeca fea".
Se vuelve a acomodar las medias, se alisa las tablas de la pollera y sonríe esperanzada.
Pasos... el rechinar de la puerta del armario... la caja abriéndose.
Siente un par de manos que sujetan su cuerpito grácil y articulado.

Está feliz... es hora de salir a jugar.

viernes, 9 de octubre de 2009

Sujeta al poste de la cama y con la cabeza gacha, parecía perdida. ¡Y tan encantadora, tan seductora! No necesitaba ser una bruja para embrujarme.

—Tú me deseas —dijo con suavidad—, tómame. Te daré algo que hará hervir tu sangre más quecualquier droga. —Levantó la mirada con los labios temblorosos, como si fuera a echarse a llorar.

—¿Y qué es? —pregunté.

—Que te deseo, que me pareces hermoso y tengo ansias de ti...

(La hora de las brujas - Anne Rice)